Conectar con nuestras raíces a través del alimento es un acto de consciencia y amor. Alimentarnos nos ofrece la oportunidad de conectar con el mundo natural y energético y poder experimentar la conexión que expresa el intercambio de energía con el cosmos.
El alimento es energía, motor, prana y podemos utilizar de manera consciente toda esa energía a nuestro favor para incrementar la energía vital a nivel, no solo de nuestro cuerpo físico, sino aprovechar esta dosis para irrigar nuestras emociones y pensamientos.
La forma de construir un vínculo con la alimentación de manera saludable traerá aparejado un sin fin de beneficios para poder mantener el equilibrio que requiere un estado de salud óptimo.
Concientizarnos respecto del impacto que tienen los alimentos en la construcción de nuestras células, así como también el hilo que traza en nuestra forma de pensar y sentir, se impone como una necesidad para poder extender los límites de la consciencia más allá de la mera necesidad de alimentarnos que debemos satisfacer como seres humanos.
El alimento entendido como combustible implica una reconceptualización del proceso de alimentación, si tenemos en consideración aquellos factores que circunscriben a este.
Alimentarnos de manera consciente nos introduce en la rueda de la fortuna energética que implica nutrirnos de la energía proveniente del cosmos a partir de los diferentes elementos que forman parte de la creación de los alimentos que nos ofrece la madre naturaleza -agua, luz solar, tierra, aire- y extender esa energía a cada una de las extremidades físicas y sutiles que componen nuestro cuerpo desde una perspectiva holística del ser humano.
Si nos ponemos a pensar en las personas implicadas en cada alimento que llega a nuestro plato -desde los seres queridos que prepararon la comida, los que repusieron la mercadería, los que sembraron y cosecharon cada alimento-, es difícil no sentirse agradecido y conectado con el ciclo de vida. Todas estas experiencias hacen eco en nuestros cuerpos de la energía que concentra el alimento desde su origen y hacia su destino final.
Cuando somos conscientes que estamos absorbiendo parte de la energía de los elementos que formaron parte de la creación del alimento que estamos consumiendo, no supone esfuerzo alguno experimentar gratitud por todas las personas que pusieron su energía y los recursos ambientales que contribuyeron a su crecimiento. La gratitud supone un primer paso en el camino de la abundancia el cual está conectado con una frecuencia vibracional positiva.
Este prana adquirido es una expresión de la amorosidad de la energía universal que nos interconecta como parte del Todo del cual formamos partes como pequeñas piezas de un rompecabezas que se proyecta en las singularidades de la vida cotidiana.
La alimentación vivida como un culto, como un ritual, manifiesta una consciencia que recepta toda esa energía como constitutiva de nuestras células, tejidos, órganos, nuestro cuerpo físico, pero también teje nuestras emociones, pensamientos, y nuestro cuerpo energético, por lo que el acto de alimentarse, visto de esa manera, implica presencia, sintonía, conexión, cuidado y amorosidad por todo nuestro SER.