“El amor propio es una hoja de ruta divina innata a todos los seres humanos que nos guía el camino hacia lugares insospechados”
Escribir estás líneas llenas de goce y disfrute son el reflejo de una relación amorosa construída bajo una trama en la cual se entrelazan las vivencias personales bajo el desafío por excelencia de convertir la alquimia del dolor en amor como un acto de responsabilidad para con nosotros mismos.
No puedo ser descortés con esos quistes de dolor que entrañaban en su ser dosis de desamor, y que trajo consigo sus propiedades fertilizantes.
Las inquietudes me llevaron a desandar una frase que muchos hemos escuchado pero que no todos han experimentado: “para ser amados debemos amarnos primero a nosotros mismos.”, aunque a priori su simpleza despertó la alarma de mi credulidad, decidí convertir la cotidianidad de mis días en un verdadero romance.
Y en ese nuevo peregrinaje, hubo que surcar nuevas ideas, trabajar la tierra y cubrir con la brisa tibia de las primaveras las heridas caladas en la profundidad de un fantasioso y desconocido poema denominado inconsciente.
Dejamos entrar el amor cuando calamos en las profundidades de la narrativa de nuestro cerebro y como excelsos artesanos destrabamos las creencias que nos limitan en las potencialidades de nuestro ser amoroso.
La incoherencia emocional nos convierte en enemigos de nuestra verdadera esencia y los trajes de disfraces se multiplican en nuestro guardarropas frente a la imposibilidad de expresar quienes verdaderamente somos.
Cruzar el umbral que separa a la coherencia de la incoherencia implica silenciar las voces de la supervivencia para exacerbar todos los matices de una vida plena.
Saltar la barrera que fragmenta un amor condicionado de un amor incondicional exige reemplazar los conceptos de una relación comercial por expresiones puras de amorosidad.
Caminar del otro lado de la codependencia trae consigo disminuir la inflación de los sentimientos de amor que habitan en nuestro corazón, que trae aparejada en cada intercambio la devaluación de nuestro Ser en la búsqueda de la aprobación.
Buscar limosnas de amor en el exterior, supone la tarea de remachar nuestras heridas emocionales con curitas descartables, frente a un desamor que abraza otro vacío.
El salto cuántico hacia la soberanía que expresa vivir en una relación romántica con uno mismo requiere de decisión y acción, cuya sinergia se expresa de forma pragmática en todos los ámbitos de nuestra vida cuando decidimos tratarnos amorosamente.
Nuestra mayor responsabilidad es decretar y aprender a amarnos despojados de todo andamiaje material y condicionado. Amarnos por el mero hecho del milagro de nuestra existencia.
Cultivar nuestro amor propio es un acto de madurez y responsabilidad cuando vamos al encuentro de lo que verdaderamente somos, silenciando nuestras voces internas de lo que desearíamos ser y las voces externas de lo que deberíamos ser.
